INCIENCIARIO 5


El virus





Nada existe en el mundo que sea insignificante
Friedrich Schiller



Su estructura molecular se asemeja en mucho al juego de micropoleas de la primera cuchara eclíptica. Es un virus de los llamados tricordados fórmicos, que no poseen capa piramidosa y cuyo sistema de locomoción es más desarrollado que el de los infiternos. Detrás del bulbo mandálico, que tiene forma de ubre, sobresale la Sortija de Agamenón, que es una red vertiginosa de carpolitos rosados, vulgarmente conocida como retrete de la avispas carniceras. Cada carpolito está compuesto por un par de medialunas cartilaginosas – que cumplen la función de centrifugar la potencia de los miridiones – y por la mal llamada glándula de Minaretti, que segrega una enzima senticoidal de color sepia, que irriga las cavernas esponjosas del virus y pone a funcionar las micropoleas. Delante del bulbo, rodeada de una finísima telaraña nerviosa, dormita la piraña paratérmica, centro generador de pulsiones de energía neutrónica y cuya función principal consiste en liberar taquiones pentagonales, para de esa forma regular los procesos tanto evolutivos como involutivos del virus. La ausencia de capa piramidosa, lejos de ser una señal de indefensión, se convierte en un fortísimo escudo contra el ataque avieso de los palatrinos menores, invasores de cabeza puntiaguda y diminutos tentáculos, que inoculan una ponzoña paralizante en el branquistoma interno de sus presas, provocándoles una muerte súbita e indolora. Esta suerte de escudo gelatinoso, también conocido con el eufemismo de armadura talagnita, posee un haz de nanosierras zigzagueantes que pulverizan los tentáculos del agresor, y una gruesa almohadilla iridiscente, provista de un líquido opalino, que protege la pálida piel del branquistoma. Más abajo, fuertemente adherido al plexo morúnico, un complejo sistema de aletillas vibrátiles hace que el virus se mueva simultáneamente en todas las direcciones posibles y actúa como polo magnético de cada una de las siete fístulas migratorias que se activan por debajo del plexo. Esta característica peculiar, que lo diferencia de los anamnívoros, lo asemeja sin embargo a los macrofitos azules, organismos cornicéfalos que pululan, en estado larvario,  en las paredes vesiculares de los peridófilos, y que al final de cada revolución sinódica lunar   excretan por la trompa una especie de borra bífida que termina por aniquilarlos. El ciclo biológico de los tricordados fórmicos, a diferencia de los tricordados límbicos, es irregular y complejo, y suelen al final de cada otoño metamorfosearse en polimarsupios de cola oblonga, que son organismos desprovistos totalmente de cíngulos giratorios, y cuyas moléculas trapezoidales, rodeadas de una baba mingiforme, hacen casi que imposible exterminarlos de la faz de la tierra.
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Santa Cruz de Mexión, Noviembre de 2012