MICROMISTERIOS 4


Lapsus linguae


A Rafael Villalobos, que hizo la crónica para la Gaceta platirrina

¡Ese sombrero es una facha!
Sigmund Freud

Treinta y siete veteranos científicos de Umbralia del Norte, vestidos todos de frac y con parientes a bordo, abarrotaban el auditorio principal del Instituto Pío Bonfante. El físico umbralés Athanasius Paulus - célebre por sus trabajos sobre geometría mística - se aprestaba a dictar una conferencia magistral sobre los taquiones, inatrapables partículas subatómicas en cuyo interior se escondía, según él, la clave para descifrar el jeroglífico del universo. Para sus aduladores, el doctor Paulus era el gran metafísico del microcosmos, una especie de mezcla ilustre entre Jámblico y Leucipo; para sus detractores, en cambio, no era más que un impostor, un fisicastro que disfrazaba su ignorancia con el balandrán del misticismo.

Luego de un largo y oscuro proemio, Paulus entró de lleno en el tema. Sin embargo, a la mitad de su disertación - hasta ese momento retóricamente perfecta - sufrió un inesperado lapsus linguae: un caos fonético de arte menor en el que trocó la m de una palabra grave por la n de otra aguda. El doctor Paulus debió decir: "En un medio megasensible los taquiones colapsarían, precipitándose de esta manera su temible final". Pero en cambio dijo: "En un medio megasensible los taquiones colapsarían, precipitándose de esta manera su tenible fimal".

Uno de los asistentes - extrañamente vestido a lo safari - emergió como fantasma de una de las últimas butacas del teatro para aplaudir al conferencista.

   - Perdón, doctor, ¿dijo usted Tenible fimal?

   - Excúseme, caballero - rogó Paulus, apenado -. Fue un yerro imperdonable. Yo quise decir en realidad...

   - No se preocupe, doctor. Al contrario, lo felicito sobremanera:  usted dijo Tenible fimal, y ése es precisamente el nombre del homínido fósil que hemos estado buscando desde hace veintiocho años, la bestia limítrofe entre el hombre y el mono.

Nadie, en absoluto, se inmutó con aquel despropósito. Acto seguido, el hombre vestido a lo safari - que tenía más cara de antropoide que de paleontólogo - hizo una exposición pormenorizada de las posibles características anatómicas y fisiológicas de la criatura.

   - De modo, damas y caballeros - concluyó -, que agradezco al Instituto Pío Bonfante, y en especial al doctor Paulus, por permitirnos, merced a un saludable equívoco, abrir el camino hacia este magno descubrimiento. Pido para ellos un soberbio aplauso.

El auditorio apenas le correspondió. Por su parte, visiblemente conmovido, el doctor Paulus agradeció el honor que le dispensaban, e instó a los asistentes - tirios y troyanos - para que brindaran al insigne paleontólogo apoyo financiero y logístico. Los tirios - más por una costumbre somática que volitiva - asintieron con la cabeza, hartos ya de aquel espectáculo grotesco; los troyanos, por su parte, amenazaron con retirarse.

   - ¡Adelante, camaradas! - ordenó de pronto el paleontólogo en medio de la confusión.

En ese momento, quince hombres armados con sendos picos y palas irrumpieron en el escenario, removieron el atril y los micrófonos, y empezaron a cavar justo en el sitio en  el que el doctor Paulus, unos minutos atrás, había pronunciado las erráticas palabras, el inconcebible ábrete sésamo hacia nuestro común pasado zoológico.

Cuatro horas después, con un despliegue impresionante, todos los medios del mundo estaban transmitiendo la formidable noticia del hallazgo. The London Daily, de Londres, y Le Figaro, de París, entre otros diarios, publicaron una edición extraordinaria con una fotografía a cuatro columnas del cráneo y la clavícula izquierda del Tenible fimal. El Instituto Pío Bonfante, por su parte, informó a los periodistas que - habida cuenta del memorable insuceso - la conferencia sobre los taquiones, a cargo del doctor Athanasius Paulus, había sido postergada indefinidamente.


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Santa Cruz de Mexión, 2012