INCIENCIARIO 1


El tiempo y la eternidad



Los astrofísicos de Umbralia del Norte, descubridores de la línea errante, afirman que el tiempo y el espacio son un par de criaturas siamesas, obesas y disolutas, desparramadas en desorden por el inmenso cuadrante de la rosa astronáutica, que es la rosa de los vientos cósmicos. Afirman además que la eternidad, muy por el contrario, ama los escondrijos y la miniatura; que toda ella cabe, de cabo a rabo, en ese granito de mostaza, en esa cabecita de alfiler, que los umbraleses más viejos y más diablos llaman Dios.


La línea errante


Los astrofísicos de Umbralia del Norte, que la descubrieron, no saben aún cómo definirla. Pero en los vericuetos de Umbralia del Sur, los mendigos del tiempo han visto correr millares de pasquines de circo que divulgan su definición exacta. "Es --- reza el pasquín --- una línea eternamente migratoria, forajida tribu huérfana de puntos, que sigue, como el viento, rumbos invisibles. Impredecible, paradójica, secreta, está hecha de brevísimas intuiciones, de presentimientos que andan siempre a la velocidad del silencio nocturno. No pertenece a las geometrías erráticas de la materia, sino a las geometrías errantes del espíritu, y es la única línea anfibia y ubicua de todas las líneas posibles".


Los mendigos del tiempo



El tiempo, en Umbralia del Sur, es un duende andrógino que siega las barbas del dragón del trigo con la música mágica de su lira luminosa. Sólo sus poetas, diestros monjes mendicantes, reciben de cuando en cuando, de miga en miga, el favor de su misericordia.






El dragón del trigo


En el folio 65 de El jardín de las bestias, de Pío Bonfante, se lee que en la costas vírgenes de la Umbralia antigua merodeaba cada invierno un gigantesco dragón escarlata. Era, según Bonfante, "un monstruo paralelepíparo y barbado, siniestra criatura del Mar de la Muerte, que poseía un número pi de patas y lo coronaban siete cabezas y diez cuernos". Los beduinos del camino del sol, astrónomos errantes, dicen que era al mismo tiempo dragón, macho cabrío y camello; pero los vaqueros de la ribera del río blanco, domadores de estrellas, dicen que era más bien alce, hipopótamo y serpiente. En Umbralia del Norte -donde aún lo llaman La gran bestia - se afirma que su existencia es sólo legendaria, y que el dragón del trigo real debió de ser tan sólo una especie ya extinta de salamanqueja prehistórica. En cambio los monjes mendicantes de Umbralia del Sur - que lo bautizaron Tritón - dicen que su existencia fue y sigue siendo real, y creen que es real, también, la antigua leyenda que habla de un duende andrógino que cada invierno le corta y le quema las barbas para que renazca de sus cenizas el astro niño de la aurora equinoccial.

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Santa Cruz de Mexión, 2012